El concepto de salud intestinal ha empezado a suscitar un gran interés en la comunidad de la ciencia animal, pero falta una definición clara de la salud y la funcionalidad gastrointestinal y de cómo puede medirse.
Esto es según un documento de revisión (de acceso abierto) de Celi et al, publicado en Animal Feed Science and Technology. Según los autores, el término «salud intestinal» ha cobrado un interés significativo cuando los investigadores comenzaron a cuestionar si el rendimiento de los animales de granja alcanzaba sus límites genéticos/fisiológicos. Al mismo tiempo, falta una definición clara de la salud intestinal, lo que es fundamental para poder medirla y comprobar, por ejemplo, si las intervenciones nutricionales tienen algún efecto sobre ella.
3 componentes de la salud intestinal
Conway (1994) propuso 3 componentes de la salud intestinal: la dieta, la mucosa y la flora comensal. Basándose en esta teoría, los autores del artículo proponen la definición de la salud intestinal como «un estado constante en el que el microbioma y el tracto intestinal existen en equilibrio simbiótico y en el que el bienestar y el rendimiento del animal no se ven limitados por una disfunción intestinal». Esta definición combina los principales componentes de la salud intestinal, a saber, la dieta, la estructura y función efectivas de la barrera TIG y la microbiota normal y estable, con una digestión y absorción efectivas de los alimentos y un estado inmunológico efectivo. Según los autores, todos estos componentes desempeñan un papel fundamental en la fisiología de las TIG, la salud, el bienestar (incluido el comportamiento de los animales) y el rendimiento de los animales.
Efecto de la dieta en el tracto gastrointestinal
Si nos fijamos en uno de los componentes, la dieta, el documento menciona con más detalle muchos factores dietéticos que afectan a la salud del tracto gastrointestinal de los animales de granja no rumiantes (Klasing, 1998). Entre esos factores figuran ciertos tipos de fibra dietética (DF), inhibidor de tripsina, fitato, lectinas, proteínas no digeridas en el tracto gastrointestinal distal, micotoxinas, microorganismos patógenos y putrefactos, dietas con un equilibrio nutricional deficiente, estrés por temperatura, mala calidad del agua, ciertos programas de vacunación y muchos otros (Klasing, 1998). Estos antinutrientes pueden comprometer en diversos grados la integridad fisiológica, histológica y, por consiguiente, funcional del intestino. Actualmente se están aplicando técnicas como el procesamiento sistemático de los alimentos e ingredientes de los alimentos mediante la manipulación de las variaciones de temperatura, humedad, presión y sus combinaciones en aquellos que son lábiles en cuanto a la temperatura. El resto de los factores pueden, también en diversa medida, ser controlados por los aditivos y suplementos de los piensos.
Necesidad de biomarcadores de panel de referencia
La claridad en la comprensión de la salud intestinal requerirá la caracterización de las interacciones entre estos componentes. Los biomarcadores (en forma de ciertos metabolitos que se liberan en el GIT) son por lo tanto importantes. Se ha hecho un inventario de posibles biomarcadores de la salud intestinal para su uso en cerdos y aves de corral (Niewold, 2015), sin embargo, la falta general de información sobre los biomarcadores de la salud intestinal en los animales de granja es notable. Uno de los principales desafíos en el desarrollo de biomarcadores de salud intestinal es que no están presentes los mismos biomarcadores en todas las especies: La MPO, la haptoglobina y la citrulina no se encuentran en los pollos (Niewold, 2015). Además, no se dispone de muchos reactivos necesarios para el desarrollo de ensayos específicos o no se han validado en las especies de interés. Estos desafíos dificultan el progreso de nuestros conocimientos en esta área. Por consiguiente, las investigaciones futuras deberían centrarse en el establecimiento de un panel de referencia de biomarcadores de la salud intestinal para su utilización en animales de granja. Además, también debería abordar la cuestión de la normalización de técnicas y metodologías para estudiar la salud intestinal. Por ejemplo, las técnicas de muestreo de biopsias de tejidos sólo pueden utilizarse en casos particulares sobre el terreno, por lo que un importante desafío en la investigación sobre la salud intestinal es desarrollar un conjunto de biomarcadores no invasivos que puedan reflejar de manera fiable la situación de la salud intestinal. Existen numerosas técnicas que pueden utilizarse para medir la salud intestinal (Bischoff y otros, 2014; Niewold, 2015; Verbeke y otros, 2015); sin embargo, los científicos que trabajan con animales deben establecer si los biomarcadores medidos en la sangre, las heces, la orina y el aliento proporcionan un índice razonable de salud intestinal.