En la década de 1940 se generalizó el uso de antibióticos como agente terapéutico para los seres humanos. Alrededor de la misma época, los animales de granja enfermos fueron tratados con antibióticos, y además de la acción curativa, surgió un efecto secundario: los antibióticos podían prevenir enfermedades y promover el crecimiento.
Desde entonces y hasta hace poco, los antibióticos utilizados como promotores del crecimiento (AGP) y profilácticos se consideraban esenciales para la producción ganadera. En la década de 1980, las advertencias sobre la resistencia microbiana a los antibióticos (AMR) empezaron a llamar la atención, empujando a muchos países a regular su uso e incluso a eliminarlos gradualmente de la producción ganadera. La RAM es una preocupación mundial, y es una guerra que debemos ganar.
El cambio hacia la reducción del uso de antibióticos es un reto. Se necesitan enfoques holísticos, desde la reducción de la presión de las enfermedades hasta las estrategias nutricionales para mejorar la resistencia de los animales. Pero, ¿cómo puede la producción porcina intensiva garantizar la salud animal, la productividad y la rentabilidad en esta nueva era?
Cultivar con fitógenos
En el momento del destete, un tracto digestivo inmaduro hace que el lechón sea susceptible de sufrir trastornos, que a menudo se traducen en anorexia, depresión del crecimiento, diarrea y, en el peor de los casos, la muerte. Se ha demostrado que los aditivos alimentarios fitógenos específicos ayudan al lechón durante este difícil período. Los fitógenos que potencian el sabor estimulan la ingesta de alimento, reduciendo los daños en los epitelios intestinales. Los bioactivos vegetales con acciones antioxidantes y antiinflamatorias también promueven una mejor defensa de la barrera de la mucosa intestinal contra los factores de estrés/agresión (como las toxinas bacterianas o el apego). Los aceites esenciales son conocidos por sus efectos antibacterianos. Sin embargo, hay que utilizar grandes cantidades, lo que a veces no es viable, ya sea por la palatabilidad o por los riesgos de toxicidad. Sin embargo, los fitógenos específicos pueden interferir con la patogenicidad bacteriana a niveles mucho más bajos. Las bacterias utilizan el Quorum Sensing para comunicarse y detectar su densidad de población. Cuando se alcanza una determinada densidad, las bacterias modifican su expresión génica para producir factores de virulencia y se vuelven patógenas, con lo que pueden aparecer enfermedades. Así, los activos fitogénicos pueden interferir en la comunicación bacteriana, y las infecciones bacterianas pueden controlarse y reducirse. La necesidad de antibióticos profilácticos (y de óxido de zinc) y de medicamentos se ha reducido
Durante la fase de crecimiento y engorde, los fitógenos son también una valiosa herramienta natural para promover el crecimiento corporal y la eficiencia alimentaria. Al estimular la secreción de enzimas digestivas y la absorción de nutrientes, los fitógenos aumentan la digestibilidad del alimento. Además, sus efectos antioxidantes y antiinflamatorios ayudan al animal a enfrentarse a situaciones de estrés (de gestión, ambiental, de competencia alimentaria, etc.). Los compuestos de origen vegetal también tienen efectos positivos demostrados en la reducción de las emisiones de amoníaco, reduciendo el impacto nocivo del elevado amoníaco aéreo en la mucosa del tracto respiratorio de los animales.
¿Está preparado para entrar en la nueva era?
Los antibióticos pueden seguir siendo necesarios para garantizar la salud de los animales, pero su uso como promotores del crecimiento y como agentes profilácticos es o será pronto una página pasada. Los bioactivos vegetales naturales pueden contribuir a una producción porcina sostenible y sin antibióticos. Las soluciones fitogénicas de Delacon permiten la realización de prácticas de producción porcina seguras y sostenibles.