En 2020 se produjeron en todo el mundo unos 137 millones de toneladas de carne de ave, y se espera que la producción aumente para satisfacer la demanda mundial de una población que alcanzará los 9.000 millones en 2050. Un tracto gastrointestinal sano reduce la cantidad de recursos necesarios al optimizar el uso del pienso y limitar el desperdicio de nutrientes.
El mantenimiento de una salud intestinal óptima de las manadas puede desempeñar un papel fundamental para garantizar una producción avícola sostenible a largo plazo. Pero las enfermedades intestinales, como la coccidiosis, la enteritis necrótica, la proventriculitis y la erosión de la molleja, pueden tener un efecto adverso significativo en el rendimiento a través del deterioro (aumento) del índice de conversión alimenticia (FCR) y el aumento de la morbilidad y la mortalidad. Por este motivo, el Colegio Rural de Escocia (SRUC) elaboró un libro blanco en el que se analizaban 150 trabajos de investigación revisados por expertos sobre el estado intestinal, basados en el índice de integridad intestinal, y su efecto en los parámetros clave de producción. Para el estudio se utilizó el índice integral de integridad intestinal basado en la plataforma de Elanco. Esta herramienta de medición cuantitativa utiliza un sistema de seguimiento de la salud (HTSi) para evaluar la salud intestinal en función de los datos de rendimiento y la salud de las manadas. Incluye 23 condiciones sanitarias que se sabe que afectan a la salud intestinal y, por tanto, al rendimiento, el bienestar, la rentabilidad y la sostenibilidad de las aves.
El libro blanco de la universidad escocesa aborda muchos de estos problemas de salud y pretende que la industria reconozca la importancia crítica de la salud intestinal y la integridad del intestino en la producción de pollos de engorde. Según el profesor Jos Houdijk, coautor del estudio, el pollo de engorde moderno consume unos 4,5 kg de alimento durante sus 35 días de vida, lo que equivale a que un ser humano consuma 1.000 rebanadas de pan al día. Por tanto, no es de extrañar que el sistema digestivo del pollo de engorde se vea afectado, su respuesta inmunitaria se vea comprometida y se reduzca su consumo de alimento.
Coccidiosis
La profesora Houdijk habló del reto de la coccidiosis, una de las enfermedades parasitarias más perjudiciales y prevalentes en la producción avícola, que cuesta a la industria avícola mundial unos 8 300 millones de libras (9 400 millones de euros) al año. Causada por protozoos parásitos del género Eimeria, 7 de ellos son importantes para las aves de corral. De ellos, E . necatix, E. brunetti y E. tenella son los más patógenos. Pero E . maxima es la más inmunógena y moderadamente patógena y se sabe que causa pérdidas de producción. Las aves infectadas por E. maxima suelen tener relativamente la peor FCR porque infecta la sección media del intestino delgado (yeyuno) causando daños desde el duodeno hasta el íleon.
También se refirió a la erosión de la molleja, en la que se observan manchas oscuras en la capa sólida que recubre la molleja, conocida como capa de koilina, y en la mucosa de la molleja. Esto puede ser congénito y, por tanto, causado por factores que existían antes de la eclosión y asociados con la edad de la reproductora, las dietas de las reproductoras y la fragilidad capilar derivada de un aumento transitorio de la presión sanguínea durante la eclosión, o por privación de alimento o agua, o ambas cosas. Las infecciones y la colonización microbiana, así como la presencia de C. perfringens en el intestino delgado, también se han relacionado con la erosión de la molleja. Los impactos incluyen una reducción significativa del peso corporal de alrededor del 25% y una tasa de mortalidad superior (+1,7%) a la tasa media de mortalidad total de las manadas no afectadas en el momento del sacrificio.
La reducción de la integridad intestinal también puede provocar un aumento del volumen y la humedad de los excrementos, lo que repercute en el estado de la yacija y la salud de las patas. La dermatitis podal y la quemadura del corvejón son afecciones caracterizadas por erosiones necróticas en la superficie plantar de las almohadillas plantares y la articulación del corvejón en pollos de engorde en crecimiento. Pueden causar graves problemas de bienestar y pérdidas económicas, como consecuencia de la degradación y la condena de las partes afectadas de la pata. La dermatitis podal fue la afección más común en 53 manadas del Reino Unido examinadas en 2017, con una prevalencia media del 51,6%, mientras que más de una quinta parte de las manadas tenían algún grado de quemadura en el corvejón.
Son estas condiciones las que amenazan el inmenso progreso genético realizado en el sector de los pollos de engorde en los últimos años, que han visto cómo el peso corporal en el día 35 aumentaba en un 71%, a pesar de que la ingesta de pienso sólo se incrementaba en un 14%, con un FCR mejorado (reducido) del 35%. «Cuanto más se avanza en la selección genética, más importante es la salud intestinal», afirma el profesor Houdijk.
Huella
Y ante la creciente presión sobre la huella medioambiental del sector, señala que una mala salud intestinal conlleva un mayor consumo de recursos para la producción esperada. Esto se traduce en una mayor necesidad de pienso para la misma cantidad de producción, camas adicionales, mayor producción de estiércol y una prolongación del periodo de engorde, lo que exige una mayor aportación de recursos para el control medioambiental (electricidad, combustible, etc.) «Cada una de estas aportaciones de recursos, así como la gestión del estiércol, tienen una huella medioambiental y contribuyen a la huella de carbono de la producción avícola», añade el informe. Para concluir, afirmó que la base de datos HTSi de Elanco y el índice de integridad intestinal pueden considerarse herramientas valiosas para controlar y gestionar la salud y el rendimiento intestinal de las aves de corral, así como su bienestar, rentabilidad y sostenibilidad.